De haberlo sabido,
me habría marchado contigo,
pintando de noches los días,
matando de miedo al tiempo
que espera y no guarda su turno,
que esconde besos de ceniza,
y no le importa los castigos,
que siempre ve oportuno
meterse cartones bajo el corazón
y no pasar frío.
De haberte mentido,
me habría ahogado en saliva,
creyendo que solo eran mías,
todas las estrellas que siembran las venas
del cielo y se hunden,
en caminos llenos de espinas,
que las horas nos hicimos amigas,
y ahora entre ortigas y cañas
me como a cucharadas,
el sueño y la intriga.
De haberlo soñado,
no habría almohadas suicidas,
que casi todas las mañanas
se tiran cuesta abajo,
al fondo de la mar
y en la proa del barco
sueño que duermo en sus brazos,
tiritando de cariño,
con la razón por puñados,
y el alma endurecida,
como ramas de un olivo.
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